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Práctica

Revivimos el alunizaje 50 años después

Hace 50 años el hombre pisó la Luna por primera vez. Aunque por poco no lo consigue. Un repaso por el singular proyecto Apolo.

Mondlandung Astronaut Flagge

Apolo 1 y una bomba de relojería de oxígeno

27 de enero de 1967.

Lo que solo iba a ser una prueba terminó en muerte, y todo ante los ojos de testigos impotentes.

Aquel día, el enorme coloso del cohete lunar Saturno V se elevaba ciento diez metros sobre el suelo en la plataforma de lanzamiento 34. Era el sistema de lanzamiento más grande jamás construido. Los astronautas tomaron sus asientos en la cápsula de la misión Apolo 1, en la parte trasera del Saturno V. Estaba llena hasta arriba de combustible: tres tramos del cohete con 2500 toneladas de hidrógeno y oxígeno líquidos.

Y, entonces, llegó el mensaje de radio:

"Hay fuego en la cabina", informó el astronauta Grissom desde la cápsula.

"Recibido. ¿Pueden salir de la cabina?", respondieron desde el control de la misión.

El ruido era constante. Estaban teniendo problemas de comunicación.

"Negativo".

No era posible, ¡la cápsula se había convertido en una trampa mortal!

En lo que se suponía que era una prueba rutinaria que la NASA llevaba años realizando, la presión de la cápsula, que estaba llena de oxígeno puro; creció. Aquella era una combinación peligrosa, y un error fatal.

Pero ¿qué había ocurrido?

Un cable del interior del cohete prendió fuego. Una chispa se convirtió en llama y, en cuestión de segundos, el oxígeno puro convirtió la cápsula de mando en un infierno.

Los astronautas no podían abrir la escotilla sellada debido a la alta presión dentro de la cápsula y se quemaron vivos. Desde control no pudieron más que oír sus gritos. Todo se vino abajo.

Las muertes de Virgil Grissom, Edward White y Roger Chaffee sumieron a la NASA en una profunda crisis en la que reinó la parálisis y la conmoción.

Pero la NASA no se rindió. En los 19 meses anteriores a la misión Apolo 11, se introdujeron más de 100 modificaciones en la nave espacial para que llegara con éxito a la Luna.

Unos años antes: la carrera espacial y la Guerra Fría

En los años 60, los estadounidenses querían llevar un astronauta a la Luna por encima de todo. Era el gran objetivo de John F. Kennedy y así lo expresó:

"Iremos a la Luna", dijo. "Y lo haremos en menos de una década".

Motivados por el éxito de la Unión Soviética, que el 12 de abril de 1961 puso al primer hombre, Yuri Gagarin, en la órbita terrestre, los estadounidenses querían volver a tomar la delantera. También consiguieron enviar a un ser humano a la órbita terrestre, con Alan Shepard, pero sus objetivos eran aún más grandes. Mucho más grandes...

Así que empezaron a construir cohetes; antes del programa lunar probaron los Atlas, pero siempre explotaban durante el lanzamiento. Después se puso en marcha el programa Géminis, precursor del gran proyecto.

La NASA había adquirido una valiosa experiencia con el segundo programa espacial tripulado y por fin empezó a poner los puntos sobre las íes. Se licitaron plazas de astronauta para el programa lunar y, entre otros cientos de candidatos, se recibieron las solicitudes de Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin. Todos ellos habían sido previamente pilotos de pruebas en la base de las Fuerzas Aéreas Edwards, al norte de Los Ángeles.

Llegamos a la Luna: Apolo 8

La NASA volvió a tener éxito con las misiones Apolo 7 y 8. Tras exhaustivas reformas en la nave, ya estaban listos para arriesgarse a lanzarla al espacio. La misión Apolo 8 fue el segundo vuelo tripulado del programa Apolo. El plan inicial era llevar a los astronautas Frank Borman, James Lovell y William Anders a la órbita terrestre y probar el módulo lunar, que, al no estar totalmente desarrollado aún, todavía no era apto para un alunizaje.

No obstante, por la falta de tiempo, se plantearon intentar un vuelo a la Luna. Pero las dudas eran tan grandes, que al final acabó imponiéndose la razón (por motivos de seguridad) y se descartó el plan.

Por aquella misma época, a la NASA le preocupaba otro acontecimiento: la CIA había informado de que la Unión Soviética también estaba construyendo un cohete lunar tripulado, el Nositel 1. El éxito del Nositel 1 habría supuesto un duro revés para el programa Apolo y para los Estados Unidos en general. Así que la NASA cambió de planes de pronto y decidió llevar a cabo una misión a la Luna, solo que sin aterrizaje.

Entonces todo estaba listo: el 21 de diciembre de 1968, el cohete Saturno V despegó, atravesó el cinturón de Van Allen de la Tierra y partió, por primera vez en la historia de la humanidad, hacia un cuerpo celeste desconocido: la Luna.

Houston, vamos a la Luna.

La famosa imagen "Earthrise" o "Salida de la Tierra" procede de la misión Apolo 8. Cuando los astronautas orbitaban nuestro satélite por cuarta vez, el comandante orientó la nave transversalmente a la Luna. Por la ventanilla lateral veían su superficie y, durante el trayecto, de repente emergió el pequeño globo azul por encima del horizonte. Emocionados, cogieron la cámara y captaron el momento: "¡Dios mío! ¡Mira qué imagen! Es la salida de la Tierra. ¡Qué maravilla!", exclamó Bill Anders.

La salida de la Tierra por encima de la superficie lunar La salida de la Tierra por encima de la superficie lunar

El primer hombre en la Luna: Apolo 11

Después siguieron más vuelos de prueba con las misiones Apolo 9 y 10. Tras la Apolo 8, se necesitaron siete meses para que Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins pusieran rumbo a la Luna con la Apolo 11.

El lanzamiento

Era el 16 de julio de 1969 y hacía un hermoso día soleado con un cielo azul. Los tres astronautas se despertaron a las 4 de la mañana y fueron trasladados en minibús a la plataforma de lanzamiento 39A del Centro Espacial Kennedy.

Se apearon ya vestidos y listos para el despegue con sus trajes espaciales.

El hecho de que Neil Armstrong llegase finalmente a formar parte de la tripulación fue una gran suerte, porque pocos meses antes había sufrido un accidente en un módulo de pruebas de alunizaje del que se salvó por los pelos al eyectarse en el último segundo.

El cohete Saturno V en la plataforma de lanzamiento durante el despegue. El cohete Saturno V en la plataforma de lanzamiento durante el despegue.

Los tres subieron a un ascensor enrejado que los llevó hasta la escotilla de embarque. Acto seguido desaparecieron en su interior por la parte más alta y ocuparon sus puestos en el módulo de mando: Armstrong a la izquierda, Collins a la derecha y Aldrin en el centro.

El lanzamiento estaba previsto para las 13:32. Entonces llegó el momento, finalizó la cuenta atrás y empezó a salir fuego de los cinco motores. Desde las gradas, cientos de personas miraban hacia arriba en tensión. Los soportes se separaron del cohete, dejándolo libre. Se desprendieron pequeños trozos de material y el cohete quedó envuelto en humo.

Los motores tronaron y los astronautas sintieron unas vibraciones tan fuertes que ni siquiera podrían haber pulsado un botón. La gente miraba asombrada hacia arriba, con la boca abierta y con las manos tapando el Sol para poder ser testigos de semejante proeza. A continuación, el cohete de 110 metros de altura elevó lentamente las 2900 toneladas que pesaba en el momento del despegue.

Los motores rugieron y aceleraron el Saturno V a una velocidad 8 veces superior a la del sonido y a unos 4,5 G hasta los 56 km de altura, cuando se encendió el segundo motor, con el que alcanzaron la órbita terrestre 11 minutos después. Tras orbitar la Tierra una sola vez, se encendió la tercera etapa, la que pondría la nave en trayectoria directa hacia la Luna.

Confirmamos ignición, el empuje está listo. Houston, vamos a la Luna.

Hasta ahora, son muchos los astronautas que han podido admirar parte de la Tierra desde la órbita, pero sólo 24 personas han logrado verla en su totalidad, como una esfera redonda y azul que flota en el espacio y transmite fragilidad: una pequeña isla de vida en el Universo hostil que deberíamos cuidar mucho mejor. Es lamentable que el crecimiento económico y la prosperidad de determinados grupos sean más importantes que la contaminación de los océanos y el futuro de nuestros hijos.

El dramático primer alunizaje el 20 de julio de 1969

El vuelo transcurrió sin contratiempos.

Tres días después del lanzamiento y tras haber recorrido 320 000 km, la nave ya estaba cerca de la Luna cuando la tripulación observó algo extraño a través de la ventanilla.

¿De qué se trataba?

Era un objeto extraño que volaba junto a ellos y no pudieron identificar, pero que parecía acompañarlos. Apuntaron el telescopio hacia él, pero no pudieron distinguir qué era.

Entonces llamaron por radio a Houston, pero allí nadie sabía nada. Descartaron que fuese la etapa SIV-B (la tercera) del cohete Saturno V, porque había quedado unos 10 000 km por detrás de ellos.

¿Un ovni de una inteligencia extraterrestre?

Aunque algunos están seguros de ello, no se debería partir del caso más improbable. A día de hoy sigue sin saberse qué era realmente ese objeto.

El 19 de julio de 1969, tras unas 76 horas de vuelo, la misión Apolo 11 llegó a la Luna y desapareció por su cara oculta.

El contacto por radio con la Tierra se interrumpió y la tripulación quedó completamente sola. Tenían una misión importante: a las 17:22 UTC encendieron los cohetes de frenado durante cinco minutos y entraron así en la órbita lunar prevista. Al emerger de nuevo por la otra cara, Houston y toda la Tierra pudieron cerciorarse de que la maniobra de frenado se había completado con éxito.

Ahora la tripulación debía descansar y dormir un poco, porque al día siguiente estaba planificado el alunizaje. Por cierto, la nave llevaba a bordo 21 somníferos por si alguien tenía problemas para dormir.

Tras la decimotercera vuelta a la Luna, ya estaba todo listo: Neil Armstrong y Buzz Aldrin estaban preparados en el módulo lunar Eagle. Michael Collins permaneció en el módulo de mando Columbia y dirigió la separación de las dos naves. Permanecieron en contacto entre sí y con el centro de mando de la misión por radio. A continuación, iniciaron la secuencia de descenso a la zona de aterrizaje en Mare Tranquilitatis, el Mar de la Tranquilidad.

Pero surgieron problemas durante la aproximación.

Se activó una alarma en el ordenador y unos pilotos empezaron a parpadear: era el error 1202.

El sistema informático estaba sobrecargado y ya no podía manejar la gran cantidad de datos. El sistema no podía soportar la activación simultánea del radar de aterrizaje y del radar de encuentro (para la aproximación de las dos naves).

Tras una breve comprobación, desde control enviaron la confirmación: "Seguimos en marcha, aterrizaje según lo previsto". A continuación, a 1000 metros del suelo se activó la alarma 1201, pero Houston volvió a dar luz verde. Y así, los dos astronautas iban enfrentándose a las adversidades, cuando surgió el siguiente problema.

Armstrong perdió de vista el lugar de aterrizaje; el sistema automático se dirigía a un cráter con paredes de 5 km de altura. Desde allí no habrían podido ver ni explorar demasiado. El astronauta era conocido por sus nervios de acero templado, pero ¿qué debía hacer? Con la mente fría, tomó una decisión en el último momento.

A sólo 200 metros sobre la superficie de la Luna, desconectó el sistema automático y pasó al control manual. En ese momento encendió los motores para desplazamiento horizontal sin instrumentos, cambiando la trayectoria que hasta entonces había sido vertical. Armstrong observó atentamente la superficie y buscó un lugar adecuado para el aterrizaje. Aldrin, mientras tanto, informaba de que casi no quedaba combustible. Le actualizaba constantemente sobre la situación, que era cada vez más crítica.

Se encendió el piloto del combustible: quedaban pocos segundos para que se agotara por completo.

Y entonces, en el último momento, el módulo se posó suavemente sobre el suelo lunar. Pese a ser peligroso, en retrospectiva este alunizaje fue uno de los más hábiles de todo el programa Apolo. Aquí, en Europa Central, era de noche cuando conocimos las famosas palabras: "Houston, aquí base Tranquilidad, el Águila ha aterrizado".

Sólo 6 horas después, durante las que la tripulación debía descansar, Neil Armstrong salía, bajaba lentamente la escalera de espaldas y se convertía en el primer hombre en poner sus pies en la Luna a las 3:56 CET del 21 de julio de 1969, pronunciando la inmortal frase:

Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad.

Su colega filmó esta escena, que fue retransmitida en directo por las pantallas de televisión de todo el planeta: fue vista por unos 600 millones de personas. Buzz Aldrin le siguió 20 minutos más tarde y juntos exploraron un enorme desierto de fino polvo lunar y montones de rocas, de las que trajeron a casa 21,5 kg. Los dos representantes de la humanidad llevaron a cabo diversos experimentos, tomaron muestras de materiales, instalaron un reflector láser para medir distancias, entre otras cosas, y destaparon una placa en el módulo de aterrizaje, cerca de la escalera, que permaneció en la Luna:

"Here men from the planet Earth first set foot upon the Moon, July 1969 A.D. We came in peace for all mankind." (Aquí hombres del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna, julio de 1969 d.C. Hemos venido en son de paz para toda la humanidad.)

En total, el paseo lunar duró 2 horas y 31 minutos. Transcurridas 21 horas del alunizaje, iniciaron la fase de ascenso del módulo y se acoplaron al Columbia 4 horas más tarde.

Con ello, la tripulación tardó 28 órbitas lunares en reunirse de nuevo. Habían recorrido un total de 386 000 km de ida y otros tantos de vuelta en una misión, la Apolo 11, que duró 8 días y 13 horas, hasta que aterrizaron sanos y salvos en la cápsula de aterrizaje en el Pacífico Norte.

Los astronautas fueron recogidos y puestos en cuarentena durante 17 días antes de confirmarse que no habían traído consigo ninguna bacteria alienígena dañina.

Otras misiones: Apolo 12-17

Después de la Apolo 11, se llevaron a cabo otras seis misiones tripuladas a la Luna, una de las cuales fracasó. Apolo 13 llegó a la Luna y la orbitó, pero no logró alunizar debido a un cortocircuito y posterior explosión en el tanque de oxígeno.

El indicador de oxígeno subía y bajaba y, al mirar por la ventana, la tripulación constató que tenían una fuga de gas que se saldó con un gran descenso de los niveles de oxígeno.

Sólo les quedaba energía en el módulo de mando para 15 minutos y, después, junto con Houston, tenían que convertir el módulo lunar en una unidad de control.

Aunque esto les impidió completar el alunizaje, al menos así pudieron regresar a la Tierra con vida. Sin embargo, el viaje de regreso desde la Luna ya no funcionaría en modo automático y tuvieron que calcular el rumbo manualmente.

La tripulación tenía que visualizar la Tierra a través de la ventana del módulo, apuntar hacia ella y mantener el rumbo hacia el terminador, o límite entre el día y la noche, de nuestro planeta, cosa que resultaba difícil ya que la nave oscilaba de un lado a otro tras el encendido. Afortunadamente, los astronautas lograron volver a casa sanos y salvos. Aunque en un principio se habían planeado más vuelos a la Luna, el programa finalizó tras la misión Apolo 17.

El público había perdido interés y la NASA se dedicó a otras tareas; al fin y al cabo, ya habían llegado a la Luna, y ganado la carrera espacial...

Apolo fue el primer intento de la humanidad por probar su existencia en el espacio fuera de la Tierra. Si no nos hubiéramos detenido allí, ¿a dónde habríamos llegado hoy con los vuelos espaciales tripulados?

En los últimos tiempos, se ha reavivado con fuerza el deseo de volver a pisar suelo lunar. La NASA lleva desde 2019 trabajando en un plan de 10 años para un regreso regular a la Luna. Y la empresa aeroespacial privada Space X también quiere volar a nuestro satélite con su nave reutilizable "Starship".

Parece que su objetivo es enviar al primer turista lunar ya en 2023. ¿Lo conseguirán? Quién sabe… ¿Estamos preparados realmente? Está claro es que algún día volveremos a la Luna. Pero la respuesta al cuándo está aún en las estrellas.