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Práctica

Los cuernos del toro

Las Pléyades, las Híades, los restos de una supernova: su cercanía a la Vía Láctea copa a Tauro de muchos de los objetos clásicos de la astronomía.

Las Pléyades (a la derecha en la imagen) y las Híades con Aldebarán (la estrella brillante de la izquierda) son el punto de partida para encontrar otros muchos cúmulos estelares en Tauro, como NGC 1647 (a la izquierda, sobre Aldebarán). Marcus Degenkolbe Las Pléyades (a la derecha en la imagen) y las Híades con Aldebarán (la estrella brillante de la izquierda) son el punto de partida para encontrar otros muchos cúmulos estelares en Tauro, como NGC 1647 (a la izquierda, sobre Aldebarán). Marcus Degenkolbe

No hace falta ningún instrumento óptico para ver que Tauro es una de las constelaciones más imponentes y abundantes, por lo que a través de unos binoculares las posibilidades de exploración son mucho mayores. La estrella más brillante de Tauro, que salta a la vista con su brillo rojizo, es Aldebarán, la antesala a las Híades, un cúmulo estelar abierto que, si bien se puede ver sin instrumento, a través de unos binoculares se abre ante nuestros ojos como un poblado campo de estrellas.

Estrellas binarias bajo la lluvia

Pese a todo, siempre merece la pena mirarlas: hay algunas estrellas binarias en el denominado cúmulo de la lluvia, catalogado como Melotte 25. La más fácil de distinguir es θ Tauri, apenas un grado al oeste de Aldebarán. Hay casi 6' entre dos estrellas de magnitud 3, por lo que también se pueden observar a plena vista. A tan solo 3,5° al noroeste de Aldebarán encontramos NGC 1647, una nebulosa aparentemente sin más atractivo, hasta que se mira con un poco de detenimiento y se convierte en un cúmulo estelar. En función del factor de aumento que se aplique, de las condiciones del cielo y el pulso de nuestra mano podremos distinguir unas 15 estrellas.

Jóvenes y viejas unidas

Las Pléyades son un espectáculo celeste que se viene observando desde la prehistoria; de hecho, son el cúmulo estelar apreciable a simple vista más llamativo de todo el cielo. Así que, como es lógico, a través de unos binoculares el espectáculo es mucho más impresionante. La cadena de estrellas arqueada en el sureste salta a la vista con solo elevar los ojos al cielo. Por el contrario, la nebulosa Mérope, NGC 1435, es extremadamente difícil de ver, y solo con condiciones de observación excelentes; se trata de una nebulosa de reflexión al sur de la estrella homónima, que solo se deja adivinar.

La última parada de nuestro recorrido es mucho menos antigua que las Pléyades, ya que se conoce desde hace apenas 1000 años: se trata de los restos de la supernova observada por astrónomos chinos en 1054, Messier 1, que, dada su forma en el telescopio, también se denomina la nebulosa del Cangrejo. A casi 1º al norte del cuerno inferior de Tauro, ζ Tau, hay dos estrellas de magnitudes 6 y 7. Si trazamos desde allí una línea aproximadamente a 0,5° al oeste, nos topamos con una nebulosa tenue que, observada con más detenimiento, adquiere una forma alargada.

Llegados a este punto es mejor no soltar los binoculares, porque Tauro esconde muchos otros objetos brillantes del cielo profundo; para encontrarlos solo necesitaremos un buen mapa celeste.

Mapa celeste de los objetos presentados. J. Scholten Mapa celeste de los objetos presentados. J. Scholten

Autor: Kay Hempel / Licencia: Oculum-Verlag GmbH