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Tauro

Dos llamativos cúmulos estelares abiertos cercanos entre sí y el único resto de una supernova del catálogo Messier decoran la constelación de Tauro.

Aunque los antiguos mapas estelares muestran un Tauro masivo, el cielo nocturno normalmente solo permite ver a simple vista su ojo, las dos puntas de los cuernos y dos cúmulos estelares. Aunque los antiguos mapas estelares muestran un Tauro masivo, el cielo nocturno normalmente solo permite ver a simple vista su ojo, las dos puntas de los cuernos y dos cúmulos estelares.

La constelación de Tauro forma parte de la escena de caza más famosa de todo el firmamento. Orión es el cazador celeste que, escoltado por sus fieles compañeros, el Can Mayor y el Can Menor, y equipado con garrote y escudo, se enfrenta a un toro enfurecido. Aunque en Orión podemos identificar claramente una persona por sus estrellas de los hombros, del cinturón y de los pies, de Tauro solo vemos la cabeza. Si vamos hacia el este desde la estrella naranja α Tau (Aldebarán), que simboliza el ojo inyectado en sangre del animal, llegamos a β y ζ Tau, que representan las puntas de sus cuernos.

Además, alrededor del ojo del toro se encuentra el llamativo cúmulo de las Híades (también llamadas Estrellas de la Lluvia), mientras que el grupo de las siete Pléyades marca la cruz del toro.

Los muchos mitos alrededor de Tauro

Según la mitología griega, se trata de la lucha de Orión contra el toro, pero el motivo se remonta ya a los sumerios. En el mito de Gilgamesh, fechado hace unos 4000 años, el legendario rey lucha y vence a Guanna, el toro celeste enviado por la diosa Ishtar. Así aparece ante nosotros en el cielo la batalla entre Gilgamesh y Guanna. Otra leyenda griega muy conocida es la del rapto de Europa, la hija del rey. Zeus, el padre de los dioses, adoptó la forma de un toro blanco y la secuestró para llevarla a la isla de Creta.

Hasta los antiguos egipcios veían un toro en la constelación. Los motivos astronómicos del complejo del templo de Dendera muestran a Apis, el toro sagrado venerado como dios con un disco solar entre los cuernos.

Cúmulos estelares y los restos de supernova más brillantes

Los cúmulos estelares de las Híades y las Pléyades son objetos ideales para observar con binoculares. El patrón en forma de V de las Híades se ve a simple vista, así que con unos prismáticos pequeños podemos llegar a distinguir muchas parejas de estrellas cercanas. De todo el cúmulo de las Pléyades normalmente seis centellean a simple vista, pero con unos prismáticos o un telescopio pequeño con ocular panorámico podremos identificar decenas y decenas de soles. Aparte de los dos objetos más destacados, no podemos ignorar el cúmulo estelar NGC 1647.

Y no olvidemos que esta constelación contiene el único resto de supernova del catálogo Messier; de hecho, ¡es su primera entrada! Una explosión estelar en el año 1054 dejó tras de sí el objeto que hoy conocemos como M1 o la nebulosa del Cangrejo. Pese a ser una nebulosa tenue y pequeña, se puede ver con binoculares. Su particularidad es que su resplandor nebular no se debe a la temperatura del gas, sino a los electrones que se mueven casi a la velocidad de la luz alrededor de las líneas del campo magnético de la nebulosa, emitiendo así (además) luz óptica.

Mapa de la constelación de Tauro con recomendaciones de observación. J. Scholte Mapa de la constelación de Tauro con recomendaciones de observación. J. Scholte

Autor: Nico Schmidt / Licencia: Oculum-Verlag GmbH